viernes, 24 de junio de 2016

Crítica de Buscando a Nemo (Disney Pixar, 2003)



Muchos de nosotros ahora estaremos empezando las geniales vacaciones de verano, esa época mágica en el que lanzamos nuestro despertador por la ventana para no madrugar en una buena temporada y poder irnos a disfrutar con nuestra familia y amigos a la playa o irnos de viaje y hacer lo que nos plazca. Qué mejor momento para ir al cine a ver uno de los últimos estrenos de Disney Pixar, Buscando a Dory, la película de animación que ha batido récord de estreno, convirtiéndose en la película más exitosa de su género con 136 millones de dólares.

Sin embargo, muchos de los que iremos a ver la película (entre ellos un servidor) no somos tan niños como los peques que ahora llenarán las salas de cine, sino que seremos jóvenes adultos que nos criamos con su precuela Buscando a Nemo, una cinta que hace 13 años marcó nuestra infancia y que por primera vez nos permitió sumergirnos en el océano en un relato divertido y hermoso sobre el amor y el vínculo tan fuerte que une a un padre y a su hijo, cautivando de esta forma a toda una generación y ganando un óscar a la mejor película de animación de 2003 y recaudando la friolera cifra de 330 millones de dólares, siendo a día de hoy una de las películas de animación más exitosas de la historia junto a joyas como El Rey León.

¿Estáis listos para regresar al candil del arrecife? Es hora de buscar a nuestro hijo Nemo.


La cinta arranca presentándonos como protagonista principal a Marlin, un pez payaso que vive en su anémona con su querido e inocente hijo Nemo, al que sobreprotege de forma excesiva debido a un trágico evento del pasado que le hace temer constantemente que le vaya a perder. Sin embargo, esta situación desencadenará un trágico evento en el que Nemo será secuestrado y llevado lejos a la ciudad de Sidney, lo que obligará a su progenitor a recorrer el océano entero en su búsqueda junto a un simpático pez con pérdidas de memoria llamado Dory.

Con esta trama de fondo, Pixar nos sumergía a todos en una de las representaciones más bellas que jamás hayamos visto del océano, desde los arrecifes de coral, la diversidad de criaturas marinas, la variedad de colores, la preciosa y realista iluminación bajo el agua, las físicas de los movimientos de las anémonas y las olas, los escenarios detallados donde se veían hasta las partículas más pequeñas, por no hablar de las animaciones excelentes de los personajes y la variedad de escenarios que disfrutábamos durante la aventura… Es una película que al verse a día de hoy sigue rivalizando con películas de animación 3D actuales como Frozen, Big Hero 6 o Zootrópolis, y que es tan buena que casi no se nota el salto a su secuela, Buscando a Dory. Si sigue sorprendiendo a día de hoy, imaginad cómo impactó al verla en su día, es como si no hubiesen pasado los años para Marlin, Nemo, Dory y compañía. Realmente lo único que se le puede criticar es un pequeño plano de un par de segundos de la superficie de Sydney en la que no se cuidaron tan bien las texturas de los barcos y las sombras, pero que realmente ni se llega a notar (estamos hablando de un plano de 2 segundos contra una película entera de 90 minutos de duración). Si a todo esto le sumamos una banda sonora preciosa y un doblaje al español perfecto con voces tan carismáticas como las de Jose Luis Gil interpretando a su histérico protagonista y Anabel Alonso interpretando a la simpática amiga inseparable de Marlin, nos encontramos ante un apartado audiovisual redondo.


Pero como todos sabemos, las películas de Pixar no destacan únicamente por su portada, sino por su contenido, y en este caso el guión creado por su director, Andrew Stanon (guionista de la mayoría de las películas de la productora así como ganador a un óscar por esta película y Wall-E) nos lleva no solo por un tour acuático para vivir una epopeya de 20.000 leguas de viaje submarino (novela de la que su pequeño protagonista coge nombre), sino por un viaje de emociones diversas que nos harán reír y llorar ya sea de alegría, tristeza, ternura y diversión. La historia mantiene un equilibrio constante y muy bien marcado en el que la crudeza de sus situaciones consiguen suavizarse gracias al genial humor ingenioso al que nos tiene acostumbrado el estudio, con unos protagonistas y personajes perfectamente caracterizados y profundizados.

 Buscando a Nemo arranca con un padre marcado por el miedo y la tragedia que vive constantemente aterrado de perder la única luz de su vida, en este caso su único hijo, pero que a pesar de realizar sus acciones movido por el cariño y el deseo de protegerle y mantenerle a su lado, solo consigue el resultado contrario, y cuando le pierde, su único objetivo es encontrarlo a cualquier costa, forzándole a hacer lo que siempre había estado evitando: enfrentarse al peligro de las aguas por su cuenta. Su pesimismo contrasta con su optimista, simpática y olvidadiza compañera Dory, un pez que sufre pérdidas de memoria a corto plazo que nos hará partirnos de risa en casi toda la película gracias a su curioso estado, que junto a una diversa cantidad de personajes secundarios totalmente memorables (los tiburones vegetarianos, los bancos de peces actores, Crush y las tortugas marinas, las famosas gaviotas con su “MIO!”, etc), le harán darse cuenta de que, si bien la vida está llena de peligros, también está llena de belleza y experiencias emocionantes y maravillosas que no podremos vivir si nos quedamos en casa. Nos muestra que no podemos permanecer eternamente paralizados por el miedo y que para vivir la vida, hay que saber aceptar tanto lo bueno como lo malo y saberle ver el lado bueno de las cosas, así como aprender a superarnos a nosotros mismos y a confiar en las personas que nos rodean.



Además del rescate que vivimos junto a Marlín y Dory, también estaremos de forma paralela con el pequeño Nemo, coprotagonista de la cinta que intenta volver al lado de su padre con sus amigos de la pecera como Gill, Peach y demás mientras hace todo lo posible por mejorar sus habilidades de natación y sobreponerse a su aleta mala de nacimiento. Junto a Nemo y su amigo Gill viviremos no solo momentos desternillantes con los locos peces que tiene por compañeros como el pez globo o Burbujas y el histérico de la limpieza Nigel, sino que aprenderemos que, a pesar de todas las discapacidades físicas con las que tengamos que lidiar, si nos esforzamos lo suficiente, podemos convertir nuestras debilidades en nuestras mejores fortalezas, y que si nos mantenemos unidos, somos capaces de conseguir cualquier cosa, aunque ésta parezca imposible. A esto hay que sumarle la brillantez de los mensajes ecologistas que manda la película, demostrando que, si bien el ser humano no hace las cosas con mala intención (incluso a veces creyendo que estamos haciendo lo correcto), somos la mayor amenaza para los animales, arrancándolos de su hogar y encerrándolos cual prisioneros o peor todavía, tratándolos como meros objetos de decoración. No hay mayor amenaza para el planeta que el propio hombre de la misma forma que no hay nada mejor para los peces que vivir en paz en su hábitat natural en plena libertad. Y sin embargo, lo que brilla sobre todo en la película es que, aunque los humanos aparecen como una amenaza, no se les puede considerar los verdaderos villanos, puesto que son nuestros propios demonios internos, nuestros miedos más primitivos los que nos impulsan a realizar las acciones incorrectas que desencadenan los acontecimientos que más tememos.

Todos y cada uno de estos temas surgen en una trama que engloba el viaje personal de un padre e hijo en el que se muestra cuán fuerte es el lazo de amor paterno-filial que les une y cómo gracias a ese cariño se consigue superar cualquier barrera.

Buscando a Nemo sigue siendo a día de hoy una experiencia inigualable tanto para adultos como para niños, una aventura emocional y personal que te hará reír y llorar a partes iguales mientras exploramos la belleza infinita que se esconde bajo el agua. Una de las joyas más brillantes, no solo de Disney Pixar, sino de la historia de la animación.

¿Listos para seguir nadando?


95: Una de las mejores películas de animación de Disney Pixar. Emotiva, dramática, divertida y entrañable a partes iguales, con una trama excelente y unos personajes que te robarán el corazón y una representación acuática cuya belleza te embriagará sin remedio. Niño o adulto, hay que verla.

A continuación, os dejamos el trailer original de la película y la de su versión en 3D:




Para los que querais conseguir la película, ahora está disponible en DVD y Blu Ray por 10 € en cualquier tienda, aunque es recomendable para los coleccionistas buscar en Ebay (por unos 20 € o así) la edición especial de 2 discos que trae un inmenso contenido extra.

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